Vacunación en mercados y plazas como estrategias de alcance
Las campañas de vacunación tienen nuevos espacios para lograr la inmunización de quienes suelen quedar excluidos. Un punteo sobre los programas que comienzan a cambiar realidades.

En América Latina, los mercados y plazas son mucho más que espacios de intercambio comercial, sino que logran tener un espacio social, donde las comunidades se encuentran, se informan y se organizan.
En los últimos años, estos espacios comenzaron a cumplir un nuevo rol al convertirse en puntos clave para el acceso a la salud. Puntualmente, la vacunación comunitaria encontró en estos comercios una vía efectiva para llegar a poblaciones históricamente excluidas del sistema sanitario formal.
A medida que las brechas de acceso a la salud continúan en regiones rurales y barrios populares, distintos actores, como organizaciones civiles, fundaciones privadas, cooperativas locales y universidades, llevan a cabo programas de inmunización que se alejan de los modelos tradicionales.
No se realizan en los hospitales y centros de salud, estas campañas se despliegan entre puestos, ferias barriales y mercados, con el lema de que si las personas no pueden llegar a la salud, la salud debe llegar a ellas.
Cuando el mercado se convierte en centro de salud
Las campañas de vacunación en espacios públicos no solo cumplen una función sanitaria, sino también social. En barrios donde las instituciones estatales están ausentes o no dan confianza a la población, estos programas ayudan a reconstruir el vínculo entre comunidad y salud.
En Buenos Aires, por ejemplo, la organización Red Comunitaria Sur llevó su campaña “Vacunate en la feria” a zonas del conurbano con baja cobertura de vacunación infantil. Cada uno de los operativos incluye actividades recreativas, talleres sobre nutrición y salud sexual, y stands de atención médica básica.
El trabajo en conjunto con actores locales, desde cooperativas de recicladores hasta comedores barriales, permite identificar las necesidades a las que hay que responder y poder fortalecer un trabajo comunitario.
En muchos casos, las ferias de salud terminan siendo la puerta de entrada al sistema sanitario para personas que no habían accedido a la atención médica.
En muchos países, los avances en vacunación comunitaria no provienen de los ministerios de salud, sino de alianzas entre actores sociales. En Perú, por ejemplo, la iniciativa “Mercados Saludables”, impulsada por la Red de Mujeres Emprendedoras de Ayacucho con apoyo del sector privado, logró un 92% en la vacunación contra la hepatitis B en comerciantes y sus familias.
La estrategia fue simple y eficaz al aprovechar la estructura de las asociaciones de feriantes, que ya tienen sistemas de comunicación interna y redes de confianza, por lo que se capacitó a líderes de cada puesto para convertirse en “agentes de salud”, encargados de promover la vacunación entre sus pares.
Otro ejemplo de este enfoque es el que se desarrolla en Guatemala, donde la organización Salud sin Fronteras puso en marcha programa “Vacunas al paso”, un proyecto que instala módulos móviles de inmunización en mercados locales.
En un año, se logró vacunar a más de 30.000 personas contra la influenza y el tétanos, apuntando sobre todo a mujeres vendedoras y trabajadores informales.
El modelo combina la logística sanitaria con el conocimiento territorial, siendo que los puestos son atendidos por enfermeras locales y promotores comunitarios que hablan las lenguas del lugar y conocen a las familias.
Además, las campañas incluyen actividades culturales, charlas educativas y trabajo con líderes barriales, dejando en evidencia que el factor comunitario es esencial para combatir la desinformación y aumentar la confianza.
Las experiencias de vacunación en mercados y plazas dejan en evidencia que la salud pública puede reinventarse desde abajo, a partir de soluciones simples, sostenibles y profundamente humanas, ante las demandas.
Este modelo para el acceso de la salud se contrapone a la atención centralizada, demostrando que la cercanía y la confianza son tan importantes como lo son los recursos técnicos.
Además, ponen en evidencia que la importancia del financiamiento privado y la cooperación comunitaria. En un contexto de presupuestos públicos escasos , muchas de estas acciones son posibles gracias a donaciones, fundaciones empresariales o colectivos ciudadanos que deciden invertir en salud comunitaria.
En este caso, el impacto es doble ya que, por un lado, mejora la cobertura de vacunación en sectores vulnerables; por otro, fortalece el tejido social, promueve la participación y devuelve a las personas la sensación de que la salud tiene acceso a los servicios.
El éxito de estos programas generó gran interés en otros países de la región, siendo que organismos y universidades están analizando los resultados para facilitar su replicación. La clave, según los especialistas, está en respetar la identidad de cada comunidad.
Vacunar en una plaza o un mercado no es solo un acto médico sino que es un gesto de confianza, una forma de reconocer la dignidad de quienes históricamente son excluidos.

