Mesa quirúrgica con instrumentos esterilizados, gasas y material médico, rodeada por personal de salud con indumentaria estéril en una sala de operaciones.
6, Oct 2025
La urgencia de operar fuera del sistema público

Acceder a una cirugía puede ser una espera de años, poniendo en riesgo la vida y las respuestas comienzan a surgir. Un punteo de cómo la organización comunitaria brinda herramientas. 

Uno de los grandes problemas a resolver en lo que respecta a la atención en salud mundial es la larga lista de espera para acceder a intervenciones quirúrgicas, que aunque no siempre son de emergencia vital, resultan indispensables para mejorar la calidad de vida.

Desde hernias, tumores benignos, intervenciones traumatológicas, cirugías ginecológicas y hasta procedimientos pediátricos son parte de una agenda que nunca llega a concretarse, sobre todo en comunidades vulnerables. La falta de insumos, de profesionales y la escasez de anestesistas convierten a una necesidad médica en una odisea burocrática.

Es en este escenario que se potencia  el recurso de operar fuera del sistema público. Clínicas comunitarias, fundaciones privadas y proyectos solidarios impulsados por profesionales de la salud intentan responder a esta demanda donde el Estado no llega. El lema que se utiliza es que la salud no puede esperar.

Acceder a una cirugía, la respuesta que no llega 

La falta de anestesistas es una de las principales causas que obstaculiza la programación de cirugías en hospitales públicos, aunque también se registra faltantes básicos como guantes y elementos para suturas. Es por esta razón, también, que muchos profesionales deciden irse hacia el sector privado, donde las condiciones laborales y salariales son más estables. 

Y por esto, pacientes que deberían operarse en semanas terminan esperando meses o años, y también la espera puede afectar al cuadro, siendo que cirugías “programadas” se conviertan en emergencias, con mayores riesgos y costos.

Ante esta realidad, diversos actores privados se involucraron, para dar respuestas, y desde grandes clínicas a  pequeños proyectos médicos autogestionados, organizaciones sin fines de lucro y fundaciones financian con insumos y honorarios para garantizar cirugías seguras fuera del sistema estatal.

Un ejemplo es el programa Operar Hoy, siendo que une a cirujanos, anestesistas y enfermeros en jornadas de trabajo voluntario en hospitales privados o centros comunitarios. Con este equipo completo, se organizan “maratones quirúrgicas” durante fines de semana, donde se resuelven hasta 30 cirugías de baja y mediana complejidad que tenían meses de espera. 

La Fundación Corazones Abiertos, es otro caso, ya que  financia operaciones cardiológicas infantiles.  Estas iniciativas funcionan gracias a donaciones privadas, convenios con municipios y la participación de profesionales que fuera de su horario laboral brindan sus horas de tiempo para ayudar a responder con esta demanda, que cambia la vida de miles de personas. 

El compromiso de quienes eligen trabajar fuera del sistema, muchas veces sin reconocimiento ni respaldo institucional, deja en evidencia una ética que trasciende lo profesional. Son médicos, enfermeros y voluntarios que entienden la medicina como un acto de justicia social, no solo de asistencia técnica. 

Sin embargo, cabe destacar que no son solo los médicos quienes generan respuestas, sino que en barrios y pueblos, son las comunidades las que se organizan para recolectar fondos y trasladar a pacientes a centros donde puedan operarse. 

Con sorteos,  colectas, campañas en redes sociales y aportes de comerciantes locales lograr recolectar el costo de una cirugía que, de otro modo, se haría esperar indefinidamente.

De esta forma, se deja en evidencia que en contextos de vulnerabilidad, la resiliencia y la solidaridad son herramientas de supervivencia ante una desigualdad estructural, ya que quienes logran acceder a una red comunitaria activa tienen más posibilidades de resolver su problema que quienes dependen únicamente de la respuesta estatal. 

Lo cierto es que los proyectos privados y comunitarios muestran que tienen un poder transformador. Algunos de ellos comenzar a tener un trabajo articulado con universidades, laboratorios y empresas tecnológicas para generar modelos más sostenibles. Desde programas de medicina online para diagnóstico previo hasta el desarrollo de insumos de bajo costo mediante impresión 3D. 

También, se están creando plataformas digitales para conectar pacientes en lista de espera con profesionales que están dispuestos a operar en clínicas privadas a tarifas sociales. Este tipo de alianzas entre tecnología, medicina y solidaridad da paso a un modelo de salud más inclusivo. 

De esta forma, la innovación empieza a convertirse en una herramienta de gran importancia en lo que respecta a la reducción de la brecha quirúrgica.

Sin embargo, la crisis en el acceso a cirugías dentro del sistema público es un problema estructural que requiere de respuestas relacionadas con presupuestos. Mientras tanto, la realidad impone urgencia y la demanda llevó a la opción de operar fuera del sistema público, dejando de ser una alternativa para ser la única salida.

Ante la falta de anestesistas, insumos y tiempos razonables, la solidaridad y la organización privada son como las grandes herramientas para dar respuesta. No son soluciones definitivas, pero sí vitales, ya que esperar con dolor es sumir a un riesgo en la salud. 

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