El agua como tratamiento para la salud con proyectos en comunidades
Diversas iniciativas ponen en foco la importancia de contar con acceso a agua potable para tener una buena salud.

El acceso al agua potable es considerado un derecho básico y su acceso una responsabilidad de los gobiernos, pero en los últimos tiempos, son las alianzas comunitarias, las organizaciones sociales y las fundaciones privadas las que están transformando la relación entre el agua, la salud y el medio ambiente, ante la escasez de potabilidad en diversas partes del mundo.
En comunidades rurales y barrios vulnerables, donde la infraestructura estatal no es suficiente o directamente es nula, el agua no solo es un recurso vital, sino también como un agente terapéutico, preventivo y social, para la salud.
De la potabilización natural al uso medicinal, distintos proyectos en América Latina están demostrando que el agua puede ser parte activa de los tratamientos de salud y una herramienta para mejorar la calidad de vida, en especial cuando se hace incorporando la educación ambiental y medicina preventiva.
El agua como herramienta de bienestar integral
El acceso al agua segura es una de las condiciones más determinantes para la salud humana, convirtiéndose en un derecho. Sin embargo, más de 2.000 millones de personas en el mundo aún viven este acceso, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
La falta de este recurso básico no solo aumenta el riesgo de enfermedades infecciosas, sino que también potencia la malnutrición, la pobreza y las desigualdades, y este escenario se incrementa en los territorios más vulnerables, donde la infraestructura sanitaria es precaria. Aquí la calidad del agua puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Pero el acceso al agua no es únicamente un factor preventivo, sino que también es un elemento clave para la curación y el bienestar. La relación entre agua y salud va más allá de la higiene o la hidratación ya que impacta en el bienestar físico, mental y social.
Desde terapias basadas en el contacto con fuentes naturales hasta proyectos de saneamiento que regeneran ecosistemas y comunidades, el agua actúa como un eje integrador. Y es de la mano de las iniciativas locales y las alianzas solidarias que están demostrando que cuidar el agua es también cuidar la salud de las comunidades.
En las comunidades de los Valles Calchaquíes, donde las fuentes naturales de agua suelen estar contaminadas con arsénico o bacterias, el acceso a agua segura minimizó los casos de diarreas infantiles y afecciones cutáneas, gracias a los programas apoyados por donaciones privadas.
Pero el enfoque es importante ya que no se trata únicamente de proveer agua potable, sino de utilizarla como instrumento de unión social y de promoción de la salud comunitaria, poniendo como eje de acción los saberes locales, educación ambiental y tecnologías simples.
Un ejemplo de esta forma de acción es el trabajo de la Fundación Manantial Vivo, en Colombia, que desde 2016 impulsa la recuperación de fuentes naturales y la práctica de hidroterapias comunitarias.
Con una Inspiración en la medicina tradicional andina y en técnicas europeas de balneoterapia, los promotores locales enseñan a usar el agua en baños termales, compresas y lavados para aliviar dolores musculares, mejorar la circulación y fortalecer el sistema inmunológico.
El programa combina esta sabiduría tradicional con campañas de saneamiento ambiental, que incluyen la reforestación de nacientes y la construcción de biodigestores familiares. Así, la salud física se enlaza con la salud de la naturaleza.
Por otra parte, un ejemplo emblemático se da en Paraguay, con H2O para la Vida, sostenida por donaciones privadas y universidades locales. Este proyecto lleva tecnología de purificación portátil a comunidades indígenas y rurales, usando filtros cerámicos con nanopartículas de plata y sistemas de captación de agua de lluvia adaptados a las viviendas.
Además, a través de talleres participativos, los pobladores identifican y analizan fuentes de contaminación y elaboran planes para reducir residuos y mantener limpias las zonas de captación.
Este tipo de programas demuestra que las soluciones sostenibles en salud pública pueden surgir a partir de la cooperación entre ciencia, comunidad y financiamiento social, sin depender solo de políticas estatales.
El denominador común de todos estos proyectos es la comprensión de que la salud y la del ambiente son una misma cosa. La OMS lo define como enfoque “Una sola salud”, pero en estas comunidades el concepto se traduce en acciones concretas como construir pozos sostenibles, enseñar prácticas de higiene, recuperar manantiales, o simplemente devolverle valor al agua como elemento de vida y cuidado.
En muchos casos, las intervenciones más exitosas no provienen de grandes presupuestos, sino de pequeñas donaciones, trabajo voluntario y compromiso local, contando con aportes privados
Las experiencias dejan en evidencia que el acceso al agua segura no es solo un indicador sanitario, sino una herramienta esencial de la dignidad humana. Cuando una comunidad puede beber, curarse y compartir agua limpia, también recupera autoestima y autonomía.

