Cómo erradicar la desnutrición con el apoyo correcto
La desnutrición es una de las grandes problemáticas en el mundo que impacta tanto en el presente como en el futuro. Terminarlo requiere de un trabajo integral; un punteo sobre las medidas a tomar

La desnutrición es una de las formas más en la que se presenta desigualdad social. Más allá de la falta de alimento, representa una violación de derechos humanos y un obstáculo silencioso al desarrollo físico, cognitivo y emocional de millones de personas, especialmente en comunidades vulnerables.
Esta situación se presenta en diversas partes del mundo y aunque organizaciones y gobiernos trabajan para disminuir su presencia, el éxito se dará al contar apoyo correcto, pero también la clave está en el enfoque integral.
En todo el mundo hay organizaciones y programas gubernamentales que buscan terminar con esta problemática que afecta el presente como el futuro de una persona. Sin embargo, se necesita una planificación multiseccional.
Comprender la desnutrición para erradicarla: es más que hambre
La desnutrición no se limita a la falta de alimentos. Existen distintas formas,como la aguda con un bajo peso para la estatura, la crónica que es cuando es una talla baja para la edad y la deficiencia de micronutrientes que significa la falta de hierro, vitamina A, zinc, entre otros. Todas ellas afectan de manera directa el desarrollo infantil, la productividad en adultos y la esperanza de vida.
En América Latina, más de 4 millones de niños menores de cinco años sufren desnutrición crónica, según indica la CEPAL y UNICEF. En zonas rurales e indígenas, los casos pueden duplicar o triplicar el promedio nacional.
Erradicar este gran problema no solo depende de brindar más comida sino que necesita de un abordaje multisectorial, sostenido y culturalmente pertinente.
Según expertos, los programas más exitosos combinan tres pilares: acceso a una dieta adecuada, servicios de salud de calidad, y educación nutricional tanto para madres como para cuidadores.
En cuanto a la alimentación adecuada y accesible, se indica que el acceso físico y económico a alimentos nutritivos es el punto de partida. Pero en comunidades rurales o urbanas marginadas, los alimentos disponibles suelen ser ultra procesados, pobres en nutrientes y más accesibles económicamente que los frescos.
El factor que refiere a la salud materno-infantil como una prioridad indica que la desnutrición suele comenzar en el embarazo. Madres malnutridas pueden tener bebés con bajo peso al nacer, lo cual impacta su crecimiento y desarrollo. La atención prenatal, el parto seguro y el seguimiento pediátrico son determinantes.
Por último, respecto a la educación comunitaria y empoderamiento se indica que los hábitos alimentarios no cambian solo con información, sino con una transformación cultural por lo que es esencial capacitar a promotoras comunitarias, líderes locales y familias en prácticas de higiene, selección de alimentos y preparación saludable.
Además, impulsar la equidad de género es de suma importancia para empoderar a las mujeres para que tomen decisiones informadas sobre la alimentación de sus hijos, ya que impacta directamente en su bienestar.
Respecto a cómo resolver estos tres pilares se debe contar con un apoyo correcto y sostenido. Esto se consigue con intervención de la política ya que sin una política pública firme, los esfuerzos aislados tienen escaso impacto.
Terminar con la desnutrición necesita de una planificación a largo plazo, inversión constante y monitoreo permanente.
También, se precisa financiamiento con enfoque en resultados, con un plan adecuado.. La inversión en nutrición no solo es ética, sino que es económicamente inteligente. Según el Banco Mundial, cada dólar invertido en programas de nutrición genera entre 4 y 35 dólares en retorno económico por mayor productividad, ahorro en salud y educación.
Otro de los factores fundamentales es contar con tecnología e innovación social, como son móviles, sistemas de información geográfica y las plataformas digitales que permiten monitorear el crecimiento infantil, identificar focos críticos y adaptar las intervenciones en tiempo real.
También, las alianzas con universidades y centros de investigación pueden ser de ayuda para que haya evidencia científica detrás de cada política pública.
Sin dudas, terminar con la desnutrición necesita de una decisión política, inversión sostenida, integración de saberes y compromiso colectivo. Sobre todo, es importante reconocer que cada niño que sufre desnutrición hoy es un adulto con menos oportunidades.
Con programas que estén alineados para ser aplicados en los primeros mil días de vida, empoderamiento local, educación nutricional y una alimentación adecuada, se puede garantizar que ninguna niña o niño crezca con hambre de futuro. Porque la nutrición no debe ser un privilegio, sino un derecho al que tengan acceso cada persona que habita el mundo.

