Medicamentos a bajo costo y el rol de las cooperativas que democratizan el acceso
El acceso a medicamentos es una problemática mundial que requiere de respuestas urgentes, estando en juego la vida de las personas.

El precio de los medicamentos es una gran problemática en todo el mundo, siendo un gran impedimento para poder responder a diversas afecciones de salud ante la falta de acceso. Para millones de personas, tener un analgésico, a un antibiótico o a un tratamiento significa gastar gran parte de sus ingresos o no obtenerlos, poniendo en riesgo su salud y calidad de vida.
En ese escenario, con sistemas públicos que no siempre cubren la demanda y la parte privadas que suele dejar fuera a sectores más vulnerables, las cooperativas farmacéuticas tienen un importante rol ante la demanda.
Estas organizaciones, impulsadas por miembros de la sociedad civil, están demostrando que democratizar el acceso es posible sin esperar reformas estatales. Es que en muchos territorios, la salud pública se sostiene muchas veces gracias a actores comunitarios que identifican necesidades y ponen en marcha sus respuestas.
En la actualidad existen hospitales móviles financiados por donantes privados, campañas independientes de vacunación o programas locales para asegurar agua potable, en los que las cooperativas que distribuyen medicamentos a bajo crearon una estructura alternativa capaz de impactar profundamente en la vida cotidiana
Son una red sostenida por la participación ciudadana, el compromiso territorial y con una mirada solidaria, lejos de buscar respuestas individuales sino un bienestar colectivo.
Cómo funcionan y por qué transforman el acceso a la salud
La creación de una cooperativa farmacéutica suele ser a partir de un mismo escenario en el que vecinos, profesionales de la salud y organizaciones locales detectan que una parte importante de la población no accede a tratamientos básicos.
Con relevamientos comunitarios que dejan en evidencia un escenario preocupante como es el abandono de terapias por su costo, automedicación con productos inapropiados o complicaciones evitables por falta de seguimiento, entre otros, buscan a través de la organización poder dar respuestas.
Grupos que se reúnen, planifican compras mayoristas, buscan alianzas con laboratorios que ofrecen precios sociales, articulan con fundaciones que donan equipamiento y convocan a farmacéuticos dispuestos a colaborar, son parte de su accionar.
Una vez determinado cómo será el modelo cooperativo, se llegan a ofrecer diversas opciones. Entre ellas puede ser comprar directamente a distribuidores o laboratorios y logran reducir los precios finales entre un 30% y un 40%.
Sin embargo, la cooperativa no trabaja con bajo un marco comercial ya que no buscan tener ganancias de capital, por lo que eliminan intermediarios y reinvierten su capital en tener más stock, mejorar la infraestructura o financiar programas educativos.
En barrios donde la farmacia más cercana puede estar a varios kilómetros o el transporte público es limitado, estas organizaciones se vuelven un punto de acceso inmediato y confiable.
A su vez, las cooperativas no se limitan a la venta de medicamentos sino que muchos de estos espacios funcionan como centros de contención sanitaria donde profesionales asesoran sobre dosificación, detectan síntomas que necesitan derivación médica, advierten sobre interacciones y registran el seguimiento de pacientes con enfermedades crónicas.
Este rol y espacio tiene gran importancia en territorios donde el sistema de salud es insuficiente o donde la demanda supera a la capacidad de los centros de atención primaria.
En el norte argentino, cooperativas rurales lograron abastecer a localidades que quedan aisladas durante semanas por lluvias o cortes de ruta. Con cámaras de frío financiadas por donantes privados, lograron guardar vacunas y medicamentos sensibles, que antes dependían de transportes semanales.
La disponibilidad constante de insulina, antibióticos pediátricos y antihipertensivos redujo complicaciones que antes eran frecuentes. En zonas urbanas, grupos organizados de pacientes con enfermedades crónicas crearon cooperativas para negociar directamente sus tratamientos.
Para muchos, esto significó un alivio económico de gran relevancia al poder acceder a tratamientos que antes eran inalcanzable, siendo que pasar a contar con la medicación a precios sostenibles y accesibles.
Otro factor clave es el trabajo educativo que se lleva a cabo por parte de las cooperativas que organizan talleres en escuelas, centros culturales y merenderos sobre el uso responsable de medicamentos, la importancia de completar tratamientos, la prevención de enfermedades transmisibles y la salud sexual y reproductiva.
En muchos casos, se coordinan campañas de concientización junto a médicos voluntarios, promotores de salud y organizaciones barriales. De esta forma, no solo distribuyen medicamentos, sino que generan conocimiento, fortalecen la autonomía sanitaria y construyen confianza.
A medida que estas experiencias crecen, dejan el importante mensaje de que la salud pública no depende únicamente del aparato estatal, sino que la sociedad civil, cuando se organiza y cuenta con apoyo, puede impulsar soluciones que transforman de manera concreta el bienestar de miles de personas.
Sin embargo, no se busca reemplazar las políticas públicas, sino dar respuesta a aquellas demandas que son urgentes. El acceso a medicamentos no debería ser un privilegio, sin embargo, en muchos lugares del mundo lo es.

