Ginecología solidaria con proyectos que garantizan salud menstrual
La salud ginecológica es una cuestión que está invisibilizada, pero no deja de necesitar respuestas. Un punto de los proyectos puestos en marcha.

En muchos sitios, hablar de salud menstrual sigue siendo un tabú pero es un eje de gran importancia para garantizar la buena salud. En muchos barrios populares, mujeres y adolescentes deben improvisar métodos insalubres cuando están con sus períodos por falta de productos, información o acceso a controles ginecológicos.
Es esta situación que requiere de respuestas, siendo que el Estado puede no darlas, por lo que se comienzan a dar paso a diversas iniciativas privadas, colectivas y filantrópicas que entienden la salud menstrual como un derecho y no un privilegio.
Con el concepto de ginecología solidaria, una red de profesionales y organizaciones sociales comenzó a transformar la forma en la que se aborda el bienestar ginecológico en escenarios vulnerables.
Estas acciones, que se ponen en marcha de diversas formas, como sumar hospitales móviles hasta talleres comunitarios y donaciones de productos sostenibles, no solo mejoran la calidad de vida de miles de mujeres, sino que también ponen en discusión la brecha estructural de género.
De una problemática “invisible” al acceso a soluciones
La pobreza menstrual no se reduce a la falta de toallitas o tampones, sino que se trata de una desigualdad educativa, ausencia de controles médicos preventivos, desinformación y riesgo sanitario.
El UNICEF y la Fundación Huésped señalan que miles de niñas faltan a la escuela durante su período y un alto porcentaje de mujeres en zonas vulnerables no accede a revisiones ginecológicas anuales, como es recomendado.
En barrios donde un centro de salud puede estar a más de una hora de distancia, el control ginecológico suele quedar fuera ante urgencias más inmediatas.
Mujeres al Cuidado es una red solidaria que brinda atención médica gratuita en villas y asentamientos del conurbano bonaerense. Desde 2020, realizan campañas itinerantes en las que se combinan controles ginecológicos, talleres de educación sexual y entrega de copas menstruales reutilizables.
En cada jornada, las médicas y voluntarias revisan a más de 80 mujeres, detectando casos de infecciones no tratadas o patologías que requieren seguimiento, además de brindarle información adecuada sobre cuidados y prevenciones.
Otro punto clave de estas iniciativas es poder incorporar de productos sostenibles, como copas menstruales y toallitas de tela, que además de reducir costos a largo plazo y tienen mayor durabilidad, promueven una conciencia ambiental y de autonomía.
En territorios donde el precio de un paquete de toallitas representa una carga mensual de gran impacto, este tipo de soluciones se vuelven fundamentales para trasformar la situación.
La organización Proyecto Dignidad Menstrual, impulsada por una empresa de productos de higiene femenina y una red de emprendedoras sociales, distribuyó con su programa más de 50 mil copas menstruales en escuelas rurales y comunidades indígenas del norte argentino.
Su modelo combina donación y capacitación ya que con cada entrega se realizan talleres dictados por profesionales de la salud y referentes comunitarias.
El proyecto colabora con municipios que todavía no cuentan con programas de salud menstrual, ofreciendo datos estadísticos y evaluaciones de impacto.
Otro ejemplo es el Programa de Ginecología Comunitaria Itinerante, financiado por una fundación privada en alianza con universidades y hospitales público, y con unidades móviles recorren provincias del noroeste y el litoral argentino, brindando atención gratuita, realizando el estudio específico, test y ecografías ginecológicas en zonas rurales donde la atención médica es escasa o inexistente.
Cada unidad cuenta con un equipo interdisciplinario que incluye ginecólogas, psicólogas, enfermeras y trabajadoras sociales, para una asistencia integral. Además de los controles, se dictan talleres de educación sexual y charlas sobre prevención de cáncer de cuello uterino y enfermedades de transmisión sexual.
La salud menstrual es también un parámetro que se debe tener en cuenta respecto al desarrollo social, ya que su ausencia o precariedad deja en evidencia desigualdades estructurales en educación, empleo y vivienda.
Sin agua o baños adecuados, llegar a cabo acciones de higiene es muy difícil, por eso, diversos proyectos de ginecología solidaria llevan a cabo iniciativas de saneamiento y acceso al agua potable.
La organización Agua y Vida para Ellas construye módulos sanitarios comunitarios con capacitaciones sobre higiene menstrual, dando respuesta a esta demanda.
Así se ponen en marcha acciones que marcan un cambio de paradigma, en el cual la salud ya no se concibe como una responsabilidad exclusiva del Estado, sino como un campo donde la sociedad civil, las empresas y los profesionales pueden generar impacto directo.
El concepto de ginecología solidaria se enfoca en hacer un trabajo en conjunto con ciencia médica, compromiso social y enfoque de derechos humanos, dando paso a la acción ante la desigualdad.
Asimismo, muchas organizaciones reclaman un marco legal que reconozca la salud menstrual como un derecho básico y que permita contar con esfuerzos públicos y privados.

