Manos recogiendo agua limpia de una tubería, con un recipiente naranja colocado debajo.
11, Sep 2025
El agua potable en la salud comunitaria

Contar con agua apta  para el consumo es una de las grandes problemáticas  en zonas vulnerables. Un punteo sobre el impacto que tiene la falta de este recurso básico.

En el siglo XXI, el acceso al agua limpia continúa siendo un privilegio para millones de personas, en vez de tratarse de un derecho garantizado. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF señaló que al menos una de cada cuatro personas en el mundo carece de acceso a servicios seguros de agua potable.

Esta crisis del agua a nivel mundial tiene consecuencias directas sobre la salud pública, sobre todo en comunidades vulnerables, donde no hay la infraestructura necesaria  y el faltante de este recurso agrava los riesgos sanitarios.

La relación entre agua limpia y salud es directa ya que el agua segura no solo previene enfermedades infecciosas, sino que también impacta en la nutrición, la salud de madres e infantes, la equidad de género y el desarrollo comunitario. Por eso, el acceso a fuentes de agua potable se traduce mejorías en los indicadores de salud y bienestar, particularmente en zonas rurales y asentamientos informales

Enfermedades prevenibles y faltante de agua potable  

Se comprobó que el agua contaminada es un vehículo para el desarrolló de una gran cantidad de enfermedades, muchas de ellas afectan gravemente a niños menores de cinco años. Diarreas, cólera, fiebre tifoidea, hepatitis A, amebiasis y esquistosomiasis son solo algunos de los padecimientos asociados con la ingesta o el contacto con agua no potable.

También, el acceso a agua limpia es factor determinante en la salud de mujeres embarazadas y niños. Las infecciones relacionadas con el agua durante el embarazo pueden causar partos prematuros, bajo peso al nacer o infecciones neonatales. 

Además, la diarrea crónica en la infancia impacta en la incorrecta absorción de nutrientes, lo que puede derivar  a la desnutrición y el retraso en el crecimiento infantil.

Según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren más de 485 mil personas por enfermedades diarreicas vinculadas al agua insalubre y al saneamiento deficiente. En regiones con altos niveles de pobreza, estas enfermedades no solo causan muertes, sino también años de vida productiva perdidos, lo que impacta en el ciclo de la vulnerabilidad.

Además, la contaminación del agua con metales pesados, como el arsénico o el plomo, o con sustancias químicas agrícolas como pesticidas y fertilizantes, puede provocar afecciones crónicas que afectan órganos vitales, provocan malformaciones congénitas o aumentan el riesgo de ciertos tipos de cáncer.

Estos efectos muchas veces pasan desapercibidos por la falta de diagnóstico a tiempo, generalmente por la debilidad de los sistemas de salud locales.

The Lancet Global Health indicó en un estudio  que el acceso a agua potable con prácticas adecuadas de higiene, puede reducir un 30% los casos de desnutrición aguda en menores de cinco años. 

La solución a la crisis del agua no es únicamente técnica, sino también social y política. Construir pozos, instalar elementos o ampliar redes para el acceso es esencial; sin embargo, no es la respuesta necesaria para terminar con esta problemática. 

Es de gran importancia que las comunidades participen activamente en el tema, también que los gobiernos puedan lanzar  políticas sostenibles acordes al territorio y que puedan desarrollar educación sobre higiene y conservación del agua, por ejemplo con la aplicación de programas de intervenciones en las comunidades.

Es clave que  las familias comprenden la importancia del lavado de manos, la cloración del agua o el almacenamiento seguro, los beneficios para la salud se multiplican. También es  importante reforzar la gestión del agua. 

La falta de coordinación entre sectores, la corrupción o la desinversión en infraestructura hídrica  son factores que aumentan la desigualdad y la falta de acceso. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es determinante en este aspecto , ya que propone tratar con urgencia el acceso al agua limpia para todos, siendo un objetivo que impacta en diversos factores en el bienestar humano.

El uso de tecnologías de bajo costo se convirtió en una herramienta de gran impacto en este escenario, brindando soluciones a  esta problemática. Filtros, elementos potabilizadores o sistemas de captación de lluvia muestran son de gran uso en zonas vulnerables, dando acceso al agua. 

Además, muchas comunidades vulnerables están impulsando sus propias soluciones. En El Salvador, la Asociación Comunitaria Unida por el Agua y la Agricultura (ACUA) logró que más de 50 comunidades rurales accedan a agua potable mediante sistemas de autogestión y alianzas con gobiernos locales, por ejemplo.

Esta iniciativa deja en evidencia que con apoyo técnico y financiamiento adecuado, las comunidades pueden ser protagonistas de su propio bienestar hídrico y sanitario.

Por esto, la salud comunitaria no puede tener avances significativos sin no está garantizado el acceso al agua limpia. Es una deuda para millones de personas en todo el mundo, especialmente en zonas de gran índice de pobreza, desplazamiento forzado y crisis climática. Las soluciones existen y están al alcance si se prioriza el derecho al agua. 

Invertir en agua segura no solo salva vidas, sino que transforma comunidades: reduce enfermedades, mejora la economía familiar, empodera a las mujeres, protege a la infancia y fortalece la resiliencia frente a emergencias sanitarias y climáticas. 

 

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