El impacto de la educación en salud en familias vulnerables
Contar con información es sinónimo de prevención, como así también es tener herramientas para conocer nuestro cuerpo y salud. Un punteo sobre los cambios que esto genera.

En las grandes ciudades, en comunidades rurales o en asentamientos informales, miles de familias se enfrentan diariamente condiciones precarias de vida que afectan directamente en la salud de manera estructural.
En medio de estas dificultades, una herramienta que demostró tener un impacto transformador: la educación en salud. No se trata solo de transmitir conocimientos sobre enfermedades o higiene, sino de empoderar a las personas para que puedan tomar decisiones informadas, acceder a servicios de salud y prevenir situaciones que perpetúan ciclos de pobreza y enfermedad.
Educación en salud, una estrategia de empoderamiento
La educación en salud es una estrategia que busca aumentar el conocimiento y modificar comportamientos para mejorar la calidad de vida de las personas. En contextos de vulnerabilidad, este enfoque tiene una gran relevancia ya que muchas veces los obstáculos no solo son económicos, sino también educativas y culturales.
Es de la mano de la educación que se da paso a un nuevo camino, para los cuidados. Desde conocer como funciona tu cuerpo para destacar el significado de sus síntomas o cómo acceder a un sistema de salud resulta fundamental. Pero también, es el primer paso para reducir la inequidad sanitaria.
Las iniciativas de alfabetización en salud, que van desde talleres sobre alimentación saludable, salud sexual y reproductiva, hasta la interpretación de recetas médicas o la navegación del sistema público, ayudan a reducir los factores de riesgo y fortalecer una relación más activa y preventiva con la salud.
Las estadísticas muestran que las mujeres y los niños son los más afectados por la falta de educación en salud. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) indican que los índices de mortalidad materna y desnutrición infantil siguen siendo más alta en zonas marginalizadas, por ello puede marcar una diferencia decisiva en estos indicadores.
Los programas de “madres promotoras de salud” que funcionan en varios países de América Latina, donde mujeres de la comunidad reciben formación básica en salud preventiva, nutrición infantil y primeros auxilios, y luego replican estos conocimientos en sus barrios son un gran ejemplo.
Estos programas demostraron ser efectivos no solo en mejorar indicadores sanitarios, sino también en fortalecer redes comunitarias y el rol social de la mujer.
Pero también, en las últimas décadas, distintos gobiernos y organizaciones no gubernamentales lanzaron nuevas estrategias para incorporar la educación en salud como parte integral de las políticas públicas.
Sin embargo, no se trata de un resultado de inmediato. Actualmente, en muchas comunidades vulnerables los centros de salud están colapsados o son inaccesibles, y los equipos no siempre cuentan con los recursos ni el tiempo suficiente para realizar tareas educativas sostenidas.
La clave de estos programas está en su enfoque territorial y participativo, ya que no es lo mismo repartir un follero que sentarse a conversar, entender la cultura y a los pobladores con sus preocupaciones.
De acá la importancia de tener en claro que la educación en salud no puede ser vertical ni técnica, sino que tiene que estar relacionado con lo humano.
Uno de los impactos más poderosos de la educación en salud es su efecto multiplicador, como por ejemplo cuando una familia incorpora prácticas saludables, como el lavado de manos, una alimentación balanceada o el uso adecuado de medicamentos, son conductas que se transmitirse de generación en generación.
Además, el conocimiento en salud también tiene un efecto indirecto sobre otros aspectos de la vida, como una notable mejora en la asistencia escolar de los niños, reduce los días laborales perdidos por enfermedad y disminuye los costos sanitarios. Es una inversión con retornos.
También, con la gran adopción de las tecnologías en diversas áreas se dio un avance en el área de la educación al adaptar a diversos formatos.
Radios comunitarias, aplicaciones móviles, redes sociales y plataformas de mensajería se transformaron en canales clave para la transmisión de contenidos educativos en contextos donde la presencialidad es difícil o las condiciones geográficas son adversas.
Sin embargo, esto también evidencia un desafío que es la brecha digital. No todas las familias tienen acceso a dispositivos o conectividad, y muchas veces los contenidos no están adaptados a los niveles de comprensión de las poblaciones más vulnerables.
Por eso, los expertos coinciden en que las estrategias digitales deben ser complementadas con acciones presenciales y comunitarias.
El impacto de la educación en salud en familias vulnerables no solo mejora los indicadores médicos, sino que también fortalece el lazo social, reduce la dependencia del sistema hospitalario y promueve la equidad. Para lograrlo, es necesario sostener políticas públicas puedan combinar lo educativo a lo sanitario.

