La prevención como eje central en las comunidades
En la salud pública, tomar medidas de acción preventivas es uno de los factores fundamentales en el área.

En la salud pública, la prevención se posiciona como un pilar fundamental en el área. Y sobre todo lo es en comunidades vulnerables donde las brechas sociales, económicas y de acceso a servicios médicos aumentan los riesgos de enfermedad y deterioro de la calidad de vida.
Reforzar la prevención no solo significa anticiparse a las enfermedades, sino también empoderar a las personas, fortalecer redes comunitarias y poder generar un entorno donde el bienestar sea accesible para todos, sin importar su origen o condición socioeconómica.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la prevención como el conjunto de medidas que están destinadas no solo a impedir la aparición de enfermedades, sino también a limitar su progreso y a reducir sus consecuencias una vez instaladas.
Cuando se piensa en estrategias para mejorar la salud en comunidades vulnerables, en general no es suficiente con reforzar la atención médica sino que es necesario poner la prevención en el centro de las políticas, programas y acciones locales.
Educación, salud y comunidades
Cada comunidad tiene características particulares que impactan en como se tratan los servicios de salud, con sus cuidados. Factores como la falta de agua potable, el hacinamiento, la alimentación inadecuada, la violencia estructural, el desempleo y el bajo nivel educativo son determinantes sociales que condicionan el área.
Con este panorama, las estrategias de prevención no pueden diseñarse desde el afuera, alejados de esa realidad, sino que deben partir de un diagnóstico participativo y en campo, que también es importante para ganarse la confianza de los pacientes.
Identificar las principales problemáticas de salud, como enfermedades infecciosas, enfermedades crónicas no transmisibles o problemas de salud mental, permite marcar cuáles son las prioridades de intervención y poder diseñar programas de prevención culturalmente pertinentes y sostenibles en el tiempo.
Una de las herramientas claves para la prevención es la educación para la salud. Poder informar a las personas sobre prácticas de autocuidado, higiene, alimentación saludable, vacunación y uso adecuado de los servicios sanitarios puede transformar profundamente la dinámica de salud de una comunidad.
Las campañas educativas deben ser claras, adaptadas al nivel de comprensión de los públicos destinatarios y respetuosas de los saberes locales. Una buena estrategia es usar medios comunitarios, como radios locales, talleres participativos, obras de teatro o grupos de promotores de salud, facilita que los mensajes lleguen de manera efectiva.
Además, involucrar a líderes de la comunidad como pueden ser docentes y trabajadores comunitarios en la transmisión de conocimientos puede ser una herramienta que aumente la llegada para impulsar los lazos sociales, de gran importancia para sostener cambios a largo plazo.
Los pilares de a prevención
Cuando se habla de prevención, es de gran importancia destacar que existen diferentes niveles de acción a la hora de poner en marcha la estrategia de salud. Se comienza por la prevención primaria, donde se tiene como objetivo poder evitar la aparición de enfermedades mediante la promoción de estilos de vida saludables, vacunación, mejoras en las condiciones de vida y control de factores de riesgo ambientales y conductuales.
Luego, la prevención secundaria. Esta fase tiene como objetivo la detección con anticipación de enfermedades para intervenir de forma temprana y evitar su progresión. Los análisis médicos regulares, tamizajes y campañas de diagnóstico forman parte de este nivel.
Por último, la prevención terciaria tiene como puntapié poder reducir las complicaciones y secuelas en personas que ya padecen enfermedades crónicas o discapacidades, mediante rehabilitación y control adecuado del tratamiento.
Es de gran importancia poder trabajar en estos tres niveles, de manera articulada para asegurar una cobertura integral, especialmente en comunidades donde las enfermedades suelen diagnosticarse en etapas avanzadas debido a la escasa llegada al sistema de salud.
También, cabe destacar que en esta estrategia los promotores de salud comunitarios son verdaderos protagonistas de cambio. Su trabajo trasciende más allá de brindar apoyo a los servicios médicos, sino que son puentes entre el sistema de salud y la comunidad, facilitadores de educación, orientadores y acompañantes en procesos de prevención y promoción de la salud.
Formar promotores de salud que sean de las mismas comunidades es una estrategia exitosa, ya que conocen en primera persona las problemáticas locales, las dinámicas sociales y los códigos culturales, lo que les permite desarrollar intervenciones más efectivas.
La capacitación continua, el reconocimiento institucional y el apoyo logístico a estos trabajadores comunitarios es clave para sostener su tarea y potenciar su impacto.
No obstante, si bien el trabajo comunitario es esencial, no reemplaza el rol del Estado en tener que garantizar el derecho a la salud. Las políticas públicas deben priorizar la prevención como una inversión estratégica, de gran importancia.
Impulsar políticas de acceso gratuito a vacunas, control de enfermedades crónicas, programas de nutrición, fortalecimiento de redes de atención primaria, urbanización de barrios precarios y acceso a educación y empleo, son medidas determinantes para la salud.
Es necesario garantizar financiamiento sostenido, marcos regulatorios adecuados y sistemas de monitoreo y evaluación de las estrategias preventivas.
