Infraestructura en kit: hospitales desmontables financiados por empresas solidarias
Se trata de una opción que brinda los pobladores una forma de poder acceder al servicio de salud.

Detrás del funcionamiento de esta infraestructura innovadora hay un nuevo tipo de actor: empresas privadas que, bajo esquemas de responsabilidad social corporativa (RSC) y roles público-privadas, financian o cofinancian estos hospitales.
Lejos de solo tratarse de donaciones puntuales, muchas empresas crean programas de inversión social de largo plazo que incluyen mantenimiento, provisión de insumos médicos y capacitación de personal local.
Empresas del rubro farmacéutico, construcción, energía renovable y tecnología médica se sumaron a estas iniciativas, algunas de ellas mediante fundaciones corporativas, otras canalizan sus aportes a través de ONG especializadas o acuerdos con gobiernos provinciales.
Un ejemplo destacado es el programa “Salud Modular”, lanzado por una alianza entre una multinacional de energía solar y una empresa de biotecnología latinoamericana. Desde 2022, ya instalaron siete unidades en comunidades rurales de Bolivia, Guatemala y Colombia, beneficiando a más de 150.000 personas.
Emergencias sanitarias y las respuestas rápidas
La pandemia de COVID-19 fue un punto de quiebre para esta tecnología ya que en medio del colapso hospitalario en diversas partes del mundo, los hospitales desmontables demostraron su gran utilidad como solución rápida y eficaz para ampliar la capacidad de atención.
Organismos como Médicos Sin Fronteras, Cruz Roja y agencias de Naciones Unidas comenzaron a usar estas estructuras para poner en funcionamiento unidades de terapia intensiva en tiempo récord. En América Latina, se utilizaron en barrios populares de Lima, favelas de Río de Janeiro y comunidades indígenas del sur de México.
Con esa experiencia, se realiza un uso de este recurso para implementar estrategias de salud territorial a largo plazo. En zonas con alta presencia de enfermedades respiratorias, infecciones endémicas o desnutrición crónica, los hospitales en kit se están convirtiendo en un recurso permanente o semipermanente.
Pero a pesar de sus grandes beneficios, el modelo de hospitales desmontable presenta problemas, y el principal de ellos es que no se puede garantizar su sostenibilidad en el tiempo. Una vez instalada la infraestructura, es de gran importancia contar con personal capacitado, abastecimiento constante de insumos médicos y sistemas de gestión eficientes.
Otro aspecto clave es poder realizar una articulación con los sistemas públicos de salud. Para evitar realizar esfuerzos innecesarios o fragmentación, los hospitales en kit deben integrarse a las redes sanitarias locales, respetando protocolos, registros médicos y políticas nacionales.
Para las empresas que financian estos proyectos, el retorno no es económico, sino tangible en en reputación, compromiso social y relación con las comunidades. En muchos casos, las compañías logran generar vínculos sólidos con territorios en los que trabajan, lo que reduce tensiones, mejora la licencia social y refuerza su identidad como agentes de cambio positivo.
Respecto a la evolución de estos hospitales, apunta a la innovación tecnológica para desarrollar módulos inteligentes con sensores de monitoreo remoto, conectividad satelital y diagnóstico asistido por inteligencia artificial.
Asimismo, se están explorando en trabajos en conjunto con universidades para convertir algunas unidades en centros de formación médica en terreno. También, crecen las redes de colaboración entre gobiernos, sociedad civil y empresas para escalar este modelo y replicarlo en otras regiones vulnerables del mundo.
Además, que se puedan incorporar la comunidad es otro de los pilares fundamentales del éxito de estos hospitales desmontables. En muchos casos, los habitantes participan en el montaje, adecuación y operación básica de las unidades, lo que fortalece el sentido de pertenencia y fomenta una cultura de cuidado colectivo.
La formación de promotores de salud, seleccionados entre líderes locales es clave para garantizar continuidad en la atención y canalizar adecuadamente las necesidades sanitarias hacia el sistema formal.
El crecimiento de esta modalidad dependerá tanto de la innovación tecnológica como del compromiso multisectorial. Fortalecer la inversión privada con impacto social, diseñar políticas públicas que incluyan la infraestructura modular en planes de salud territorial, y consolidar redes regionales de cooperación son pasos necesarios para escalar este modelo.
Respecto a las cuestiones económicas, estos hospitales representan una alternativa costo-efectiva en relación con la infraestructura tradicional ya que al reducir los tiempos de construcción y evitar los altos costos de obra civil, permiten hacer uso de recursos y canalizarlos hacia otros aspectos críticos como medicamentos, formación profesional o transporte sanitario.
También es importante destacar el potencial de este modelo para generar empleo local. Desde la contratación de mano de obra para el ensamblaje hasta la incorporación de profesionales de la salud formados en las regiones donde se instalan, los hospitales en kit promueven economías circulares en comunidades que suelen depender de subsidios o asistencia externa.
Por ello, los hospitales desmontables financiados por empresas solidarias son mucho más que una solución de emergencia sino que representan una nueva forma de pensar la infraestructura de salud como un bien colectivo, flexible, descentralizado y accesible.

